Pensemos en un día normal de cualquier persona de nuestro alrededor. Vamos a definir el desarrollo de éste desde que se despierta hasta que vuelve a la cama.
Aproximadamente a una hora suena el despertador, voilà, comenzamos dando la bienvenida a los números. Esa persona se ducha y se asea antes de desayunar, en esa acción está consumiendo agua, luz, gas, etc. todos ellos evaluados y costeados por una factura que debe pagar a final de mes (mes=dícese de un conjunto de días que describe ciclos lunares y lo componemos de un número de días, horas, segundos...). Esa factura que debe pagar está repleta de números, porcentajes, estadística... que la compañía ajusta según parámetros de interés y coste de valor.
Esa persona se dirige a la cocina y desayuna, voilà, con todos los productos que ha comprado previamente en un supermercado, ha realizado un intercambio de dinero por comida y bebida, existe un ajuste o equivalencia de valores.
Tras ello se traslada andando o en medio de transporte a su trabajo, que dependiendo del tiempo, voilà, de nuevo números, ajustar una medida matemática a nuestra vida.
Desarrolla una función en su trabajo y vuelve para almorzar o tras hacerlo en el trabajo.
Utiliza de una manera frecuente su móvil, tablet, portátil o cualquier otro equipo informático de última generación, todos ellos desarrollados por una tecnología que se reproduce gracias a unos códigos internos de 0, 1, incógnitas, etc.
Y sin más nos volvemos a la cama, de nuevo ajustamos la hora del despertador y comienza un nuevo día, tal vez incluso con más uso de las matemáticas que el día anterior.
Y así una actividad tras otra, nos resuelve y nos genera vida, nos hace pensar, investigar, innovar, mejorar y todas esas acciones que pueden salir de nuestra cabeza, para nosotros las matemáticas es RAZONAR, AVANZAR, EVOLUCIONAR.
